La filosofía woke es un marco de pensamiento que enfatiza la conciencia sobre las injusticias sociales, promoviendo una visión crítica de las estructuras de poder y opresión en la sociedad. Su origen se remonta a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, pero en la actualidad ha evolucionado hacia un movimiento global que abarca diversas causas como la equidad racial, el feminismo interseccional, los derechos LGBTQ+, el ambientalismo y la inclusión de comunidades históricamente marginadas.
El término “woke” proviene del inglés “wake” (despertar), y hace referencia a estar despierto ante realidades de desigualdad y discriminación que antes podían pasar desapercibidas o ser normalizadas. Su filosofía se basa en la premisa de que el racismo, el sexismo y otras formas de opresión no son fenómenos aislados, sino sistemas arraigados en la cultura, la educación, las leyes y las instituciones.
Uno de los pilares centrales de esta corriente es la interseccionalidad, concepto desarrollado por la académica Kimberlé Crenshaw, que sostiene que las opresiones no operan de manera separada, sino que se entrecruzan y afectan de forma distinta a cada individuo según su identidad (raza, género, clase social, orientación sexual, etc.).
La filosofía woke busca un cambio profundo en la sociedad a través de la revisión histórica y cultural, la promoción del lenguaje inclusivo, la representación equitativa en medios y políticas públicas, y el activismo digital. Sin embargo, sus detractores argumentan que esta visión puede derivar en una censura excesiva o en la llamada “cultura de la cancelación”, donde se condena socialmente a quienes no se alinean con estos ideales.
En esencia, el wokeísmo es una llamada a la justicia social, pero su aplicación y alcances siguen siendo objeto de debate en el panorama político y cultural contemporáneo.