Te presento a Raúl. Raúl tenía sueños grandes, de esos que hacen que la gente te mire raro cuando los cuentas.
Quería emprender.
Quería viajar por el mundo.
Quería cambiar su vida.
Pero había un problema: su cabeza era su peor enemigo.
—¿Y si fracaso?
—¿Y si me sale mal?
—¿Y si no soy lo suficientemente bueno?
Cada vez que tenía una idea, sus dudas lo apuñalaban por la espalda. Y así pasaron los años. Viendo cómo otros lograban lo que él quería, mientras él seguía en la línea de salida, paralizado.
Hasta que un día, su amigo Marcos, que ya había montado su empresa y vivía la vida que Raúl soñaba, le dijo algo que le explotó el cerebro:
—Tío, el problema no es que no puedas. Es que no te atreves.
Ouch. Ese golpe dolió más que un puñetazo de Tyson.
Esa noche, Raúl no pegó ojo. ¿Cuántos años había perdido por miedo?
Y ahí fue cuando se cabreó. Se cabreó con su miedo, con sus excusas, con su puto “¿y si…?”. Decidió que ya no iba a ser el pringado que ve la vida desde la barrera.
—Aplicó para el trabajo que quería.
—Invirtió en su primer negocio.
—Se arriesgó sin saber si saldría bien.
¿Fue fácil? Ni de coña. Hubo fallos, miedos, momentos de pánico.
Pero por primera vez en su vida, estaba avanzando. Porque entendió que su único límite eran sus propias dudas.
O como dijo Franklin D. Roosevelt:
“El único límite a nuestros logros de mañana son nuestras dudas de hoy.”
Así que dime, ¿vas a dejar que tu mente te siga saboteando o te vas a lanzar de una vez? ????????